sábado, 28 de enero de 2012

La remontada de Gingrich

La remontada de Gingrich:


Ni sus tres matrimonios, adulterios incluidos. Ni sus 20 años en la Cámara de Representantes (la institución más impopular), incluidos los últimos cuatro como su presidente. Ni los rentables años pasados al servicio de ciertos lobbies. Ni la millonada que recibió como asesor de Freddie Mac. Ni sus escasos medios financieros comparados con la maquinaria de Romney.


Todo eso resultó irrelevante. Newt Gingrich ganó en las primarias de Carolina del Sur y culminó una espectacular remontada en menos de una semana. Incluso para esa montaña rusa que son las primarias de este año, llama la atención. Obtuvo el 40,4% de los votos. Romney se quedó con el 27,8%, Rick Santorum con el 17% y Ron Paul con el 13%.


Hace sólo cinco días, Nate Silver concedía una ventaja de 12 puntos a Romney en el promedio de los sondeos.


Siempre enganchados al carro del último ganador, los medios de comunicación norteamericanos comenzaron a hablar en pasado de Gingrich después de que no llegara al 10% en New Hampshire. Calculaban el aguante que tendría Santorum hasta rendirse a la evidencia. Se decía que Romney estaba en camino de cerrar la historia antes de que acabara enero gracias a las dos citas de Carolina del Sur y Florida.


Ocurrieron dos cosas. Los dos últimos debates fueron horribles para Romney. Por primera vez, sus rivales aceptaron que si centraban sus ataques en Obama, estaban entregando la nominación al ex gobernador de Massachusetts. Ya unos días antes Gingrich, con la ayuda de Perry, había lanzado toda su munición contra Romney, describiéndolo como un plutócrata que había ganado millones descuartizando empresas y despidiendo a miles de trabajadores.


Algunos decían que eso era como atacar al favorito de los republicanos desde la izquierda, y la verdad es que unos cuantos analistas conservadores coincidían en esa crítica y se quejaban de que los activistas de Occupy Wall Street suscribirían con gusto esas palabras. Pero lo cierto es que las grandes corporaciones (que en el lenguaje de Romney son también “personas”), los fondos de inversión y Wall Street no tienen muchos defensores en la base republicana de unos cuantos estados de EEUU, y uno de ellos es Carolina del Sur.


Según el sondeo de CBS, Romney sólo ganó a Gingrich (47%-32%) entre los votantes republicanos que ganan más de 200.000 dólares. Todos los que ganan menos (y son un 95% del total) apostaron por el segundo por una amplísima diferencia.


Luego apareció la denuncia de la segunda mujer de Gingrich. ¿Cómo iban a encajar eso los votantes evangélicos, temerosos de Dios y defensores del carácter sagrado del matrimonio? Por lo visto, bastante bien. No hay nada mejor que un pecador reformado sobre todo si no es mormón.


Estaban enterados de todo eso, pero no les preocupó. Como ya comenté, la base republicana está firmemente convencida de que hay una conspiración de los medios de comunicación para atacar a sus políticos. Gingrich utilizó ese sentimiento con habilidad y tiró de manual. Se presentó como la víctima de una campaña de “las élites” y funcionó. Debería enviar sendos mensajes de agradecimiento a la cadena ABC (por la entrevista con la ex esposa) y a la CNN (por iniciar el último debate con una pregunta sobre el tema).


“Las élites de Washington y Nueva York” decía ayer Gingrich en su discurso de la victoria. Su descaro no conoce límites. Un tipo que se ha pasado media vida en Washington es ahora el cruzado de los valores de la auténtica América. ¿Qué más da? Las campañas las ganan los valientes o, en ocasiones, los suicidas. Ayer hasta las mujeres casadas prefirieron, según los sondeos, al ex marido de Marianne Gingrich.


Todos los republicanos que han ganado en Carolina del Sur desde 1980 han terminado haciéndose con la candidatura. Es la clase de estadística que se cumple siempre… hasta que deja de cumplirse. En cualquier caso, cada victoria genera su propia dinámica que borra las percepciones anteriores y obliga a comenzar de nuevo. El discurso que decía que Romney había ganado las dos primeras citas ya es viejo. Primero, porque al final en Iowa ganó Santorum por un puñado de votos. En segundo lugar, porque lo ocurrido ayer pone un interrogante sobre las encuestas hechas hasta ahora en Florida, que concedían a Romney una clara ventaja, y desde luego restan todo valor a las encuestas nacionales.


Josh Marshall está convencido de que Gingrich no puede ganar. Más pronto que tarde, los pesos pesados republicanos se alzarán para impedirlo porque eso es garantía de una derrota ante Obama (algunos datos lo demuestran) que además puede arrastrar a todo el partido republicano en las elecciones al Congreso. Yo no estoy tan seguro. No que no lo vayan intentar –había que ver el gesto serio de Karl Rove anoche en Fox News–, sino que tengan éxito. Los votantes de Gingrich también consideraban una prioridad encontrar a un candidato que pueda vencer a Obama, eso que allí llaman la ‘electabilidad’.


Por lo demás, en la Casa Blanca tienen que estar encantados con las noticias de Carolina del Sur.


Romney no entusiasma a los medios de comunicación. Lo que sí es seguro es que la mayoría de los periodistas aborrece a Gingrich. Lo han visto mentir tantas veces, saben que la demagogia es un concepto que se queda tan corto para describirlo que no se creen que sus compatriotas puedan fiarse de él. Lo han dado por muerto en innumerables ocasiones y nunca termina de quedarse quieto bajo la lápida.


En el fondo, subyace una idea que aparece en muchos artículos: ¿ha cambiado tanto la base de partido republicano que los medios ya no son capaces de reconocerla? Los demócratas demostraron que un candidato ‘del aparato’, como Clinton, puede perder si el rival arrastra la pasión y convicción necesarias para superar todos esos obstáculos. Cuando les decían a los partidarios de Obama que él no podía ganar a diferencia de Clinton (¿un político negro casi sin experiencia?), respondían que no estaban de acuerdo pero en el fondo les daba igual. No iban a dejar que un análisis supuestamente objetivo de los medios sustituyera a lo que les decía su corazón.


Romney es el John Kerry de los republicanos. Experiencia probada. Dinero de sobra. Mensaje frío pero coherente. Carisma escaso pero suficiente. Al final, un candidato de papel fácil de atacar desde varios lados cuyo único activo es la posible impopularidad del presidente.


Por el contrario, como dice Connie Bruck en The New Yorker, Gingrich crea sus propias reglas. Cuanto mayor sea la confusión en el partido republicano o peor sea la situación económica de EEUU, mejor para él. Puede estar en lo más alto de los sondeos y dos semanas después caer como un peso muerto para volver a recuperarse. Es el político antijesuítico. Es posible que la mayoría piense que en tiempos de tribulación es mejor no hacer mudanzas. En caso de crisis, él siempre prefiere acercar la mecha al barril de pólvora. A ver qué pasa.


Tampoco nadie pensaba que Bill Clinton podía ganar a George H.W. Bush cuando empezaron las primarias de 1992.


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Un detalle que no recordaba. Hasta abril, el partido obliga a las primarias republicanas a no conceder al ganador todos los delegados en disputa, como era habitual hasta ahora, sino a introducir un factor de proporcionalidad. Eso puede alargar la lucha durante muchos meses. Por ejemplo en Carolina del Sur el vencedor se lleva la mayoría de los delegados pero un número importante se reserva al ganador en cada condado. Por otro lado, anoche leí que la victoria de Gingrich iba a ser tan contundente que al final se quedaría con todos los delegados.


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14.20


Nate Silver se pregunta en un larguísimo análisis si estas primarias desafían el paradigma habitual en una contienda electoral. Es decir, en vez de ser “More of the Same”, son del tipo “This Time Is Different”. Lo tiene difícil, ya que él se ocupa de analizar encuestas y estas están siendo muy volátiles. Termina diciendo:


My view is that Mr. Gingrich’s win in South Carolina is not enough to be paradigm-breaking. But if he follows it with a win in Florida, all bets are off. Not only would that represent further evidence of Mr. Gingrich’s strength, but it would suggest that we had been weighing the evidence wrongly all along.


20.00


Me comentan que la mayoría de los estados concede los delegados de forma proporcional, pero no todos, y no sólo hasta abril. Esto antes era habitual en las primarias demócratas, pero no en las republicanas.


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