Newt Gingrich se acerca a la carrera a Mitt Romney en todas las encuestas de Carolina del Sur y recibe el apoyo de Rick Perry, que acaba de retirarse de las primarias. Y en este momento, a 48 horas de las votaciones y cuando la prensa comienza a prestar atención a los inconvenientes políticos que arrastra Romney por ser multimillonario, aparece la segunda mujer. La otra. Todo indica que será esta noche cuando la cadena ABC emita una entrevista con Marianne Gingrich.
“Me pidió que tuviéramos un matrimonio abierto, y yo me negué”, dice en la conversación. Ella tenía que “aceptar el hecho de que había alguien más en su vida”. Ese alguien más era la actual mujer de Gingrich.
Tres son multitud en cualquier matrimonio, especialmente en el caso de un político que se ha opuesto al matrimonio gay porque supone una amenaza a esa sagrada institución. Poner los cuernos a la esposa es otra cosa si obtienes su permiso. Si no lo consigues, la culpa es de ella.
No sé yo si esta lógica retorcida tiene mucha salida entre los votantes más conservadores de Carolina del Sur. Y son precisamente los republicanos de las iglesias evangélicas los que más están apoyando a Gingrich con una ventaja de 17 puntos sobre Romney.
Dos ideas con las que podemos resumir todo esto. Nunca cabrees a una ex mujer si quieres tener una carrera política. En segundo lugar, Romney es un tipo con suerte.
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El último sondeo de Carolina del Sur pone a Gingrich por delante: 34% por el 28% de Romney. Ron Paul está con un 15% y Rick Santorum con un 14%.
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Andrew Sullivan recuerda que la ‘oferta’ de Gingrich a su mujer no es una exclusiva. Ya aparecía en un artículo publicado el año pasado. Cierto, al igual que otros detalles nada edificantes de las relaciones del candidato con sus esposas anteriores, pero no es lo mismo saberlo, en el caso poco probable de que lo sepan todos los votantes republicanos de Carolina del Sur, que escuchar a una de sus ex mujeres contándolo en una entrevista.
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