La expansión global de Twitter le obliga a trasladar a otros países del mundo la misma situación que tiene en EEUU. Está obligada a respetar la ley y no puede negarse a cumplir la orden de un tribunal. Ayer anunció que está en condiciones técnicas de hacerlo en el caso de que un juez le fuerce a borrar un mensaje en la red social, pero sólo en el país sobre el que tenga competencia. Es decir, un ‘tweet’ eliminado en España podrá seguir viéndose en el resto del mundo.
¿Censura? No voy a decir que sea un paso en favor de la libertad de expresión, pero sí que es una medida neutra en ese sentido con algunos puntos positivos. Todo depende del número de países en los que Twitter instale oficinas y de la actitud de la empresa cuando comience a recibir presiones políticas y en su caso requerimientos judiciales.
Tenemos un precedente favorable. Cuando el Departamento de Justicia norteamericano consiguió que un juez ordenara a Twitter la entrega de datos de varias personas relacionadas con Wikileaks, la empresa peleó en los tribunales para que la decisión judicial no fuera secreta, como era la intención del Gobierno, y pudiera ser comunicada a los afectados, entre los que estaba una diputada islandesa.
De entrada, hay algo que nadie puede discutir. Una multinacional no puede negarse a cumplir la ley de los países en los que tiene presencia física. Imaginemos lo que diríamos si Goldman Sachs, Shell o Boeing intentaran hacer precisamente eso.
En cuanto a equiparar borrar un mensaje con censura, casi nadie protesta cuando se borran mensajes o páginas enteras que fomentan el racismo, las amenazas violentas o la pedofilia. Borrar no es sinónimo de censurar.
Algunos han llegado a decir que de haber estado en vigor hace un año la política anunciada ayer Twitter no habría tenido el papel que jugó en la Primavera Árabe. Es ridículo. Sin oficina en El Cairo, no habría estado obligada a nada. Las amenazas del decrépito régimen de Mubarak habrían sido inútiles. Incluso si nos ponemos en el peor de los casos y un juez egipcio hubiera ordenado borrar ciertos mensajes, al final ese contenido podría haber llegado a las redes sociales egipcias a través de vías indirectas.
La apuesta es más elevada si pensamos en China. Los dirigentes chinos han tenido bastante éxito en plasmar el sueño de todo dictador. Crear una Internet propia encerrada detrás de un muro de protección dentro del cual se puede controlar la discusión, por ejemplo restringiendo el uso de ciertas palabras en determinados momentos. Es una muralla porosa. A los chinos no les resulta imposible saltarse la cibermuralla, pero ellos prefieren estar dentro que fuera. No porque acepten la censura, sino porque quieren estar más en contacto con sus compatriotas que con los extranjeros.
Si Twitter optara por instalarse en China, esa decisión pondría a prueba los límites de su nueva política. Sería en ese caso cuando cabría analizar hasta qué punto la empresa está dispuesta a arriesgar su reputación a cambio de obtener beneficios económicos. Tras lo ocurrido con Google, la empresa tiene que saber que el acceso al mercado chino no está exento de riesgos.
La EFF (Electronic Frontier Foundation) no se ha apresurado a apoyar ningún boicot de Twitter, en primer lugar porque no tiene sentido y después porque valora el intento de la compañía de aplicar esa política de forma transparente:
So what should Twitter users do? Keep Twitter honest. First, pay attention to the notices that Twitter sends and to the archive being created on Chilling Effects. If Twitter starts honoring court orders from India to take down tweets that are offensive to the Hindu gods, or tweets that criticize the king in Thailand, we want to know immediately. Furthermore, transparency projects such as Chilling Effects allow activists to track censorship all over the world, which is the first step to putting pressure on countries to stand up for freedom of expression and put a stop to government censorship.
Vigilar a Twitter en el futuro, como a cualquier otra empresa con tanto poder, es la respuesta más inteligente. Boicotearla sólo porque admite que está obligada a cumplir la ley es una actitud absurda.
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