miércoles, 8 de febrero de 2012

La renovación lampedusiana

La renovación lampedusiana:

Hace apenas seis meses, cuando fue proclamado candidato, ¿alguien podría haberse imaginado que Alfredo Pérez Rubalcaba intentaría alcanzar la Secretaría General del PSOE después de una estrepitosa derrota, con sólo 110 diputados? ¿Y que lo lograría? Ante su peor crisis desde que llegó la democracia, el PSOE ha optado por aparcar la renovación que prometía Chacón y replegarse sobre su esencia más pura –el nuevo secretario general lo es, para lo bueno y lo malo–. Triunfó la propuesta lampedusiana: “Cambiar el PSOE para seguir siendo el PSOE”. Que todo cambie para que no cambie nada.


El futuro de un partido de más de doscientos mil militantes y millones de votantes se ha decidido entre 956 delegados y por sólo 22 votos; habría bastado con que 12 de esas personas se hubiesen decantado por el otro bando en este anacrónico sistema de elección de liderazgos para que el resultado hubiese sido otro. Fue Felipe González en persona quien cambió las tornas del congreso durante la noche del viernes, quien habló personalmente con algunos de los delegados andaluces que se habían pronunciado por Chacón. Según los derrotados, fue Felipe quien les ganó la última mano.


Rubalcaba ha conseguido otro imposible, inimaginable hace unos años en cualquier escaramuza interna del partido: que Guerra y Felipe trabajasen por un mismo candidato. Los guerristas, minoritarios pero indisolubles, han vuelto a ser claves. Ha pesado más la desconfianza jacobina sobre el PSC –un cuerpo extraño– que su histórico rechazo al nuevo secretario general.


¿Es Rubalcaba el futuro del socialismo español o sólo una solución provisional para evitar el colapso de un partido ante el abismo? Está por ver. Durante la campaña para este congreso, Rubalcaba se comprometió a que el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno saldría de un proceso de primarias abierto también a los simpatizantes; en los estatutos de este congreso se tendrá que concretar el protocolo. El nuevo líder socialista no ha aclarado si se presentará a esas prometidas primarias para ser el candidato que intente derrotar a Rajoy, dentro de cuatro años, o si más adelante dará el paso a otro, como se especula. Es una incógnita, pero ni la trayectoria personal ni su legítima ambición política permiten deducir que Rubalcaba tenga intención de quedarse sólo un rato. Más inaudito parecía en 2004 que Rajoy pudiese aguantar al frente del PP tras dos derrotas y ahí le tienen, triunfando en La Moncloa.


La primera y gran tarea del nuevo secretario general es obvia: recuperar la unidad interna en un partido derrotado, desmoralizado y dividido en dos mitades; un PSOE que el pasado 20-N recogió su peor resultado electoral en 78 años y que, en apenas dos meses, se juega el último bastión autonómico que aún mantiene: Andalucía (Euskadi se perderá con seguridad casi absoluta dentro de un año). Si la ola continúa, si la tendencia no cambia, los únicos restos del naufragio serán los ayuntamientos de algunas capitales de provincia. De los barones, el PSOE puede pasar a los hidalgos.


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